Un nuevo estudio ha demostrado que el sentimiento de soledad está relacionado con un riesgo significativamente mayor de desarrollar diabetes, que crea un estado de angustia crónico y a veces duradero, que podría activar la respuesta fisiológica del organismo al estrés.
Según el estudio, publicado en la revista Diabetologia, de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD) y liderado por el profesor asociado Roger E. Henriksen y sus colegas de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Noruega Occidental, la soledad crea un estado de angustia crónico y a veces duradero que puede activar la respuesta fisiológica del organismo al estrés, y aunque los mecanismos exactos no se conocen del todo, se cree que esta respuesta desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la diabetes a través de mecanismos como la resistencia temporal a la insulina provocada por los niveles elevados de la hormona del estrés, el cortisol.
Además de examinar la relación entre la soledad y el riesgo de desarrollar diabetes, el estudio analizó si la depresión y el insomnio desempeñan un papel importante, y se une a las numerosas investigaciones que apuntan a una relación entre el estrés psicológico y el riesgo de padecer diabetes.
Según los investigadores, el proceso relacionado con el estres psicológico, implica cambios en la regulación del comportamiento alimentario por parte del cerebro, lo que provoca un aumento del apetito por los hidratos de carbono y la consiguiente elevación de los niveles de azúcar en sangre.
En estudios anteriores se había observado una relación entre la soledad y una alimentación poco saludable, que incluye un mayor consumo de bebidas azucaradas y alimentos ricos en azúcares y grasas.
Los investigadores utilizaron datos del estudio HUNT, elaborado con una base de datos que contiene la información sanitaria procedente de cuestionarios autodeclarados, exámenes médicos y muestras de sangre, de más de 230.000 personas y obtenida a través de cuatro encuestas de población consecutivas.
La información de referencia de 24.024 participantes se tomó de HUNT2 tras excluir a los individuos con trastornos metabólicos, diabetes tipo 1 y tipo 2 y a aquellos para los que no se disponía de datos de análisis de sangre. El estado de la diabetes fue la principal variable de resultado y se basó en que la hemoglobina glicosilada, una medida del control de la glucemia a largo plazo, fuera superior a 48 mmol/mol cuando se midió en la encuesta HUNT4.
De las 24.024 personas, 1.179 (4,9 %) desarrollaron una diabetes a lo largo del estudio, y se demostró que estas personas tenían más probabilidades de ser hombres (59 % frente al 44 %) y tenían una edad media más alta (48 años frente a 43 años) que los que no tenían diabetes. También era más probable que estuvieran casados (73 % frente al 68 %) y que tuvieran el nivel de estudios más bajo (35 % frente al 23 %). Por el contrario, solo el 13% de los participantes declararon sentirse solos.
El estudio descubrió que los niveles más altos de soledad al inicio del estudio estaban fuertemente asociados con un mayor riesgo de diabetes cuando se midió 20 años después. Tras ajustar la edad, el sexo y el nivel de estudios, se observó que los participantes que respondieron "mucho" cuando se les preguntó si se habían sentido solos tenían el doble de probabilidades de desarrollar una diabetes que los que no se sentían solos.
Otros análisis mostraron que esta relación no se veía alterada por la presencia de depresión, insomnio de inicio del sueño o insomnio terminal, aunque el equipo sí encontró pruebas de una relación con el insomnio de mantenimiento del sueño.
Aunque su estudio no examinó los mecanismos exactos implicados, los investigadores señalan que el apoyo social, la influencia y el compromiso pueden tener efectos positivos en los comportamientos que promueven la salud. Por ejemplo, los consejos y el apoyo de un amigo pueden influir en las elecciones relacionadas con la salud de una persona y tener un efecto positivo en su dieta, su nivel de actividad física y su sensación general de estrés.
Por otra parte, la disminución de los vínculos sociales y la falta de estas influencias positivas pueden hacer que las personas solitarias sean más vulnerables a comportamientos que podrían aumentar el riesgo de desarrollar una T2D.
Por estos motivos, los investigadores aconsejan que la soledad se incluya en las directrices clínicas relativas a la diabetes. "Es importante que los profesionales de la salud estén abiertos al diálogo sobre las preocupaciones del individuo durante las consultas clínicas, incluso en lo que respecta a la soledad y la interacción social", han adevertido, al tiempo que recomiendan que se sigan investigando los mecanismos que intervienen en la relación entre la soledad y la diabetes, así como el papel que desempeñan el insomnio y la depresión.