Más de la mitad de los padres de niños diabéticos en edad escolar ha tenido que modificar su actividad laboral para poder atenderlos, y para el 67 % esta enfermedad ha afectado de algún modo a la vida familiar. Estas son algunas de las conclusiones del «Estudio sobre las necesidades de los niños con diabetes en edad escolar» difundido por la Fundación para la Diabetes.
De la encuesta, realizada a 140 familias andaluzas con niños diabéticos, cabe reseñar además el hecho de que el 36 % de los profesores no sepa qué es la diabetes tipo 1, la que afecta a niños y adolescentes, y que el 20 % de los colegios haya puesto impedimentos a la hora de admitir a estos niños.
La diabetes tipo 1, una enfermedad que consiste en la pérdida de la capacidad de producir insulina, supone un cambio en el estilo de vida de las familias, que deben poner en marcha cuidados especiales. Éstos comienzan informando al entorno —familiares y profesorado— de lo que es la enfermedad y cómo normalizar la vida del niño para evitar situaciones de aislamiento social.
La diabetes hace que los niños deban pincharse insulina varias veces al día, algunas dentro del horario escolar. Una rutina que para muchos no es fácil de cumplir. Es el caso de la familia de Irene. El 31 de julio de 2010 cambió sus vidas para siempre. «Mi hija Ana, que tenía tres años, de repente comenzó a tener un apetito fuera de lo normal y bebía mucha agua. En mi familia hay casos de diabetes y pensé que podía padecerla». Ese mismo día Irene le hizo las pruebas a su hija. «Estuvo hospitalizada diez días y en ese tiempo aprendimos a gestionar la enfermedad: poner inyecciones, calcular una dosis...».
Irene es maestra de Educación Infantil y ese año, en septiembre, no pudo incorporarse a su puesto. Le resultaba imposible compaginar la enfermedad de su hija con el desempeño de su trabajo. «Pedí dos meses de suspensión de empleo y sueldo y mi marido, durante el primer año, también estuvo con reducción de jornada y, claro, la economía familiar se resintió. Aun así, tenemos la suerte de que ambos somos funcionarios y podemos tener esas facilidades. Hay otras familias con niños diabéticos que abandonan sus empleos o directamente no los buscan porque les resulta imposible atender a su hijo y trabajar a la vez».
La solución que encontró Irene fue trasladar a su hija al centro donde ella trabaja, el colegio público Sor Ángela de la Cruz. «Ahora mismo tengo el problema resuelto. No quería tener a mi hija en el centro que trabajo, creo que no es bueno, pero si la Delegación de Salud no me ponía un enfermero en el centro, yo no podía seguir abandonando mi puesto para atender a mi hija».
Esta es precisamente una de las reivindicaciones de los padres con niños diabéticos: tener personal sanitario en los centros escolares públicos. «En Sevilla no hay colegios públicos con enfermeros para atender a niños diabéticos, asmáticos o epilépticos», señala.