Ya se sabía que la dieta y la actividad física influyen en el riesgo de padecer diabetes tipo 2. Ahora, una nueva investigación de la Facultad de Medicina Charles E. Schmidt de la Universidad Atlántica de Florida ha descubierto otro factor clave en el riesgo de padecer esta enfermedad: el lugar de residencia del niño.
Los investigadores realizaron un estudio a gran escala para explorar cómo está surgiendo la diabetes tipo 2 en los niños más pequeños; y utilizando datos de la Encuesta Nacional de Salud Infantil 2016-2020, el equipo se centró en un subgrupo de niños desde el nacimiento hasta los 5 años, un grupo demográfico poco estudiado en la investigación sobre la diabetes tipo 2.
El estudio analizó las respuestas de los cuidadores de más de 174.000 niños en todo el país, incluyendo a casi 50.000 en la primera infancia. Los investigadores examinaron no solo la dieta y la actividad física, sino también factores más amplios como las condiciones del vecindario, la salud de los cuidadores, la seguridad alimentaria y la participación en programas de asistencia pública.
El objetivo de los investigadores pasaba por comprender mejor cómo las experiencias y los entornos de la primera infancia pueden influir en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, y los resultados, publicados en la revista Pediatric Research, concluyeron que, si bien la prevalencia general en niños menores de 5 años se mantuvo baja y relativamente estable durante el período de cinco años, el desarrollo de la enfermedad parece estar más vinculado a factores sociales y ambientales que a comportamientos individuales únicamente.
Ciertas características del vecindario y del hogar destacaron. Por ejemplo, tanto en 2016 como en 2020, la presencia de una biblioteca cercana se comprometió significativamente con el diagnóstico de diabetes tipo 2 en niños. Los investigadores suponen que esta asociación refleja patrones vecinales y de comportamiento más amplios que fomentan las actividades sedentarias en interiores, en lugar de la actividad física al aire libre.
Las bibliotecas tienden a reflejar entornos más urbanos en comparación con las zonas con mayor accesibilidad peatonal y espacios verdes. En este sentido, Lea Sacca, autora principal y profesora adjunta de salud poblacional en el Schmidt College of Medicine, ha detallado que “las investigaciones han demostrado que los entornos del vecindario, como la presencia de aceras, parques u otros espacios verdes, pueden influir directamente en la capacidad de un niño para realizar actividad física y, a su vez, afectar su riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2”.
Los cuidadores también reportaron cada vez más problemas en el vecindario, como la basura y el vandalismo. Estas preocupaciones ambientales aumentaron de forma constante entre 2016 y 2020 y fueron evidentes tanto en la muestra general como en el grupo de edad más joven.
Otras asociaciones notables que surgieron en la primera infancia incluyen la ayuda de los vecinos en 2016 y la accesibilidad peatonal del vecindario en 2019; además los hallazgos del estudio mostraron que, en 2017, el acceso a comidas gratuitas oa precio reducido mostró una relación similar con las características del vecindario y del hogar.
Por otra parte, la participación en programas sociales y comidas escolares se ha vinculado a un mayor consumo de alimentos procesados, ricos en energía y con alto contenido de azúcar y grasa, lo que puede contribuir al riesgo de diabetes tipo 2. En esta linea, Sacca ha explicado que “si bien este hallazgo podría indicar un mejor acceso a los alimentos, investigaciones previas muestran que depender de la asistencia alimentaria no siempre equivale a una mejor nutrición”, para añadir que "por ejemplo, los niños de hogares con inseguridad alimentaria tienden a tener un peor control de la glucemia y mayores tasas de hospitalización. Algunas investigaciones incluso sugieren que los participantes en programas como el SNAP pueden tener una dieta de peor calidad que quienes no participan en hogares con ingresos similares".
Los investigadores defienden que los esfuerzos de prevención y detección temprana de la diabetes tipo 2 deben considerar tanto los factores ambientales como la calidad de los alimentos, y en particular, el diseño del vecindario y el acceso a opciones nutritivas, para lograr un impacto duradero y generalizado.
En cualquier caso, la obesidad sigue siendo el factor de riesgo más importante y común para la TD2 en niños, de manera que los niños con sobrepeso significativo tienen cuatro veces más probabilidades de desarrollar la enfermedad a los 25 años que aquellos con un peso saludable. “Dado que las tasas de obesidad siguen aumentando, especialmente entre los niños pequeños, los esfuerzos de prevención son fundamentales”, ha afirmado Sacca en este sentido.
Un objetivo particularmente urgente es reducir el consumo de bebidas azucaradas, que están estrechamente relacionados con la obesidad y el riesgo de diabetes, teniendo en cuenta que casi el 70 % de los niños de 2 a 5 años consumen bebidas azucaradas a diario. Si bien algunas políticas escolares, como las restricciones a las máquinas expendedoras y los impuestos a las bebidas pequeñas, han provocado una ligera disminución del consumo en los recintos escolares, el consumo general sigue siendo alto.
Así las cosas, los investigadores sugieren que podrían necesitarse políticas más contundentes, como prohibiciones totales en las escuelas e impuestos más altos.
Al mismo tiempo, la evidencia de programas escolares exitosos demuestra que mejorar los hábitos alimenticios y aumentar la actividad física infantil es posible con el apoyo adecuado. “El aumento de la diabetes tipo 2 de aparición temprana es un problema creciente de salud pública”, defiende Sacca, que ha añadido que “abordarlo requiere una estrategia integral. Esto incluye mejorar el acceso a alimentos nutritivos, crear entornos vecinales más saludables e invertir en políticas que promuevan el bienestar a largo plazo desde el inicio de la vida”.