La hiperglucemia crónica podría favorecer la inflamación y el daño articular, aumentando el riesgo de dolor y limitaciones en la movilidad. Durante años, la diabetes se ha asociado principalmente con complicaciones cardiovasculares, renales, oculares y neurológicas; sin embargo, investigaciones recientes ponen el foco en un aspecto menos visible, pero de gran impacto en la calidad de vida: el dolor articular, en especial el de rodilla.
Se trata de una relación no es casual, de manera que cada vez hay más evidencias de que la diabetes puede acelerar procesos degenerativos en las articulaciones.
Uno de los factores clave es la inflamación crónica de bajo grado que caracteriza a la diabetes tipo 2. Este estado inflamatorio favorece la degradación del cartílago y el deterioro de los tejidos periarticulares, a lo que se suma la formación de productos de glicación avanzada (AGEs), unos compuestos derivados de la glucosa que se acumulan en el colágeno y reducen la elasticidad de las articulaciones, haciendo que los movimientos sean más dolorosos y rígidos.
El sobrepeso y la obesidad, frecuentes en personas con diabetes tipo 2, actúan como un factor añadido, de manera que el exceso de peso ejerce una carga mecánica constante sobre las rodillas, lo que acelera el desgaste del cartílago. Además, el tejido adiposo no es pasivo, y libera citoquinas que amplifican la inflamación sistémica, creando un círculo vicioso.
Los estudios sugieren que los pacientes diabéticos tienen un peor pronóstico tras una cirugía de reemplazo de rodilla, de forma que la hiperglucemia podría dificultar la cicatrización y aumentar el riesgo de infecciones, lo que subraya la importancia de aplicar un buen control glucémico antes de someterse a intervenciones ortopédicas.
Frente a este escenario, la prevención adquiere un papel crucial, de manera que mantener niveles adecuados de glucosa, adoptar una alimentación equilibrada, realizar ejercicio físico adaptado y vigilar el peso, se convierten en medidas que no solo benefician la salud metabólica, sino también la articular.
En este contexto, los expertos recomiendan a los pacientes diabéticos consultar de manera temprana si se padecen dolores persistentes de rodilla, con el objetivo de intervenir antes de que el daño sea irreversible.
La conexión entre diabetes y dolor de rodilla nos recuerda que esta enfermedad es mucho más que un desajuste en los niveles de azúcar en sangre, y que su impacto se extiende a todo el organismo, al tiempo que nos permite comprender sus múltiples manifestaciones, algo clave para mejorar la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo.