Desde hace tiempo se había venido observando que la resistencia a la insulina que produce la diabetes tipo 2 en áreas neuronales de personas con alzhéimer, y las disrupciones en ese eje de comunicación bidireccional, que conecta aparato digestivo, sistema inmunitario, metabolismo y cerebro, tienen implicaciones amplias para la salud.
Ahora, la revista Science Advances ha publicado un estudio que examina la conexión entre el intestino y el cerebro, y cómo los trastornos digestivos o del metabolismo incrementan el riesgo de sufrir alzhéimer o párkinson.
El trabajo, liderado por Sara Bandrés, directora del área de Neurogenética en el Centre for Alzheimer’s and Related Dementias de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EEUU, quería entender qué trastornos podían aumentar el riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas antes de que aparezcan síntomas neurológicos, cómo afectan los problemas intestinales a la fiabilidad de biomarcadores en sangre empleados para detectar alzhéimer o párkinson y ver si combinar todos estos datos médicos, genéticos o moleculares mejoraba la capacidad de predecir quién desarrollará estas enfermedades.
Para alcanzar ese objetivo, los investigadores aplicaron modelos estadísticos y de inteligencia artificial a millones de datos de salud y genética procedentes de tres grandes repositorios internacionales: el Biobanco del Reino Unido, que tiene información genética, médica y proteómica de más de 500.000 personas, el SAIL Databank de Gales, que tiene historiales médicos anónimos de hospitales y atención primaria, y el Biobanco FinnGen de Finlandia, que tiene más de medio millón de muestras biológicas y datos clínicos.
Los investigadores identificaron muchos problemas digestivos y metabólicos asociados a un mayor riesgo de enfermedades neurodegenerativas; y entre los descubrimientos más llamativos, vieron que la diabetes se vincula a un incremento del riesgo de alzhéimer y párkinson cuando se diagnostica hasta 15 años antes de la enfermedad neurológica.
Según ha relatado Bandrés, “el hallazgo refuerza la idea de que no todo está escrito en los genes: el entorno, el metabolismo y la salud intestinal pueden inclinar la balanza hacia la enfermedad o la protección. Nuestros datos sugieren que, cuando entran en juego trastornos del eje intestino-cerebro, la genética pesa menos y los factores ambientales pueden tener un papel más determinante en el riesgo de desarrollar neurodegeneración”.
Además, la corrección de deficiencias nutricionales, como la falta de vitamina D o de vitaminas del grupo B, que se asocian con el alzhéimer y el párkinson respectivamente, y el uso de suplementos adecuados pueden reducir el impacto de los trastornos neurodegenerativos. En este sentido, Bandrés ha reconocido que “hoy en día, no tenemos un test único y específico que nos diga ‘tu intestino está predispuesto a aumentar el riesgo de alzhéimer o párkinson”.
Con todo, ha explicado que “sí existen herramientas clínicas que permiten evaluar de manera más precisa la salud intestinal. Por ejemplo, diagnósticos clínicos de trastornos digestivos funcionales, como síndrome del intestino irritable, estreñimiento crónico o diarrea funcional, que ya son reconocidos como señales de alerta en nuestros estudios”, opara añadir que “además, la investigación en microbiota intestinal está avanzando rápido: cambios en la composición de las bacterias que habitan nuestro intestino podrían convertirse en una aproximación prometedora a la hora de detectar desequilibrios tempranos que, con el tiempo, impacten en la salud cerebral”.
En este sentido, José Luis Lanciego, investigador senior del Programa de Terapia Génica en Enfermedades Neurodegenerativas en el Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra, que no ha participado en el estudio, defirende que “estos datos corroboran evidencias existentes acerca del denominado eje intestino-cerebro, de manera tal que se considera importante el prestar atención a estas patologías del intestino con el fin de hacer un seguimiento detallado a los pacientes e intentar realizar un diagnóstico temprano de las enfermedades neurodegenerativas cerebrales”,.
El estudio que se acaba de publicar es un paso más en el esfuerzo para hacer comprensibles las complejas conexiones de los distintos sistemas del organismo, empezar a interpretar sus efectos sobre la salud y desarrollar con métodos científicos una medicina más integral.