La hiperglucemia inducida por el estrés es un fenómeno cada vez más observado en adultos de entre 40 y 50 años; y aunque puede afectar a personas de cualquier edad, en este rango vital su prevalencia aumenta notablemente.
La respuesta fisiológica al estrés se intensifica con la edad, de manera que a partir de los 40 años, el organismo experimenta cambios hormonales que pueden alterar la regulación de la glucosa. El cortisol, la principal hormona relacionada con el estrés, tiende a incrementarse en situaciones de presión y, además, su efecto sobre el metabolismo de los azúcares se vuelve más pronunciado conforme envejecemos, lo que provoca una mayor liberación de glucosa en sangre, dificultando su control.
Por otro lado, el estilo de vida en la franja de los 40 a los 50 años suele estar marcado por mayores responsabilidades laborales y familiares; y los directivos, autónomos y profesionales suelen enfrentarse a exigencias continuas y a una presión constante que puede derivar en episodios de estrés crónico. Esta sobrecarga emocional y mental predispone al organismo a mantener niveles elevados de glucosa, especialmente si el descanso y la actividad física son insuficientes.
Además, nivel metabólico, es durante este periodo cuando se incrementa la resistencia a la insulina, un fenómeno relacionado tanto con el envejecimiento como con la acumulación de grasa abdominal, quenimpide que la glucosa entre eficientemente en las células, lo que facilita la aparición de hiperglucemia. De esta manera, muchas personas comienzan a manifestar factores de riesgo como hipertensión, dislipemia o sobrepeso, que agravan el cuadro.
El papel de la alimentación también es clave. En la madurez, los hábitos dietéticos pueden volverse menos saludables debido al ritmo de vida acelerado y la falta de tiempo para preparar comidas equilibradas. Además, el consumo de alimentos ultraprocesados, ricos en azúcares simples y grasas saturadas, contribuye a desequilibrios glucémicos y aumenta la vulnerabilidad ante el estrés.
Tampoco hay que subestimar la influencia de los factores psicológicos, ya que entre los 40 y 50 años, muchas personas atraviesan crisis existenciales, cambios en la estructura familiar, o preocupaciones por el futuro profesional, eventos que pueden generar estrés prolongado y que activan de forma persistente los mecanismos fisiológicos que elevan la glucosa en sangre.
La prevención de este padecimiento pasa por adoptar hábitos de vida saludables, gestionar eficazmente el estrés y realizar controles médicos periódicos. De este modo, se puede reducir el riesgo de complicaciones y mantener una mejor calidad de vida en la madurez.

