Malas prácticas en la administración de insulina podrían provocar una alteración en el tejido graso que puede comprometer el control glucémico. Se denomina lipodistrofia, y se estima que hasta el 64 % de los pacientes con diabetes la padecen sin saberlo.
Aunque la mayoría de los pacientes con diabetes están familiarizados con los riesgos más conocidos de la enfermedad, tales como la retinopatía o la nefropatía diabética, pocos son conscientes de esta complicación frecuente y silenciosa que puede condicionar seriamente el tratamiento de la diabetes.
La lipodistrofia es una alteración del tejido subcutáneo que afecta especialmente a quienes se inyectan insulina de forma habitual y, según diversos estudios clínicos, podría estar presente en hasta dos de cada tres pacientes.
Se trata de una deformidad que se manifiesta en forma de bultos, endurecimientos o hundimientos en la piel, casi siempre en las zonas más utilizadas para la administración de insulina: el abdomen, los muslos y los brazos.
Existen dos formas clínicas en las que se presenta esta deformacion: la lipohipertrofia, que implica un crecimiento anormal del tejido adiposo, y la lipoatrofia, que supone una pérdida localizada de grasa. Esta última es hoy menos frecuente gracias a la evolución de las insulinas modernas, aunque no ha desaparecido por completo.
El origen de esta deformidad suele estar en prácticas incorrectas, repetidas día tras día, tales como utilizar siempre el mismo punto de inyección, no rotar adecuadamente las zonas o reutilizar agujas. También influyen factores mecánicos, como la técnica de inyección, e incluso, en algunos casos, una respuesta inmunológica del paciente.
Según ha explicado la doctora Elena Jiménez, endocrinóloga en el Hospital Universitario La Paz, “el principal problema es que muchas veces pasa desapercibida, porque no duele y el paciente se acostumbra a palpar una zona alterada”, a lo que ha añadido que “su impacto es real: la insulina no se absorbe igual y eso provoca altibajos en los niveles de glucosa”.
El resultado es un control glucémico impredecible, con hipoglucemias inesperadas o hiperglucemias que llevan a muchos pacientes a aumentar innecesariamente la dosis de insulina, lo que agrava aún más la situación.
“En muchas consultas descubrimos casos de lipodistrofia cuando el paciente ya lleva tiempo sin conseguir estabilizar sus niveles”, ha reconocido la doctora Jiménez.
Detectar esta malformacion requiere una exploración física rutinaria, algo que los expertos recomiendan realizar tanto en consulta como en el autocuidado diario, de manera que palpar y observar la piel en busca de zonas anómalas debería formar parte del hábito de quienes utilizan insulina de forma crónica.
Con todo, la prevención sigue siendo la herramienta más eficaz, y as recomendaciones básicas incluyen rotar los puntos de inyección, usar siempre agujas nuevas y evitar inyectar en zonas alteradas. También es clave que los profesionales sanitarios refuercen la formación de los pacientes en técnicas correctas de inyección.
Por el momento, no existe un tratamiento específico para revertir completamente la lipodistrofia, aunque suspender la administración de insulina en las zonas afectadas permite, en muchos casos, una mejora progresiva del tejido. “Es una complicación que se puede evitar casi al cien por cien si se aplican bien las normas”, ha explicado la endocrinóloga, que ha concluido que “para eso, tanto el paciente como el equipo médico deben estar atentos, porque lo que no se ve también cuenta”.